Los trabajadores argentinos están condicionados por la legislación laboral y por la corporación sindical. Estos factores son determinantes de su dependencia y falta de libertad.
La legislación le resta una parte sustancial de su remuneración. La jubilación estatal se ha convertido en una estafa nacional que se agrava día a día. Las obras sociales son ineficientes y una fuente de corrupción. Las “contribuciones solidarias” a sindicatos, ahora obligatorias a los no afiliados, violan la Constitución, alimentando la corrupción y los gastos para acción política. Esta es la cruda realidad.
La corporación sindical es poderosa económica y políticamente. Hoy no defiende a los trabajadores sino a la dirigencia corporativa que usa la violencia como instrumento de su defensa, aliándose con el gobierno de turno, y mirando al costado para no enfrentar el deterioro social que origina la política del gobierno. Es sindicalismo corrupto.
La única defensa para los trabajadores es que el país vuelva a ser rico, con empresas privadas prósperas que inviertan para crear oportunidades de trabajo y elevar los salarios. Eso deberían apoyar los sindicatos, y no beneficiarse con las migajas de la pobreza.
17/10/2006
Dr. Marcelo J. Castro Corbat
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