El divorcio entre la voluntad del pueblo y los que detentan el poder siempre termina mal. Con violencia en los gobiernos autocráticos o con el rechazo y reemplazo de los gobernantes en las democracias.
Se repite con monotonía que en Argentina faltan políticas de Estado, en energía, educación, geopolítica, salud, ciencia y tecnología, infraestructura vial, desnutrición, etc. Y es verdad. El craso error es creer que esos problemas los pueden resolver funcionarios políticos en el poder, desde sus escritorios, ignorando las políticas nacionales prioritarias que demanda la ciudadanía.
Las sociedades exitosas, se basan en políticas nacionales, que responden a las aspiraciones, necesidades y cultura del pueblo, que en nuestro caso, hoy pueden resumirse en dos: elevar la calidad de vida de la población empobrecida, mejorando salarios y penalizar la corrupción de los gobernantes.
Es moral y socialmente inadmisible que más del cincuenta por ciento de la población esté empobrecida por los gobernantes. Esto es repudiable.
La corrupción política y económica de dirigentes políticos en el poder, ha creado una cultura nefasta. Penetró en una sociedad avasallada, y algunos piensan que es un mal que no puede extirparse. Pero si no se elimina, no hay futuro de mejora ciudadana.
La política nacional es combatir el desquicio social y la crisis cultural.
11/2/2008
Dr. Marcelo J. Castro Corbat
segundarepublica@fibertel.com.ar
N.B.: se autoriza su difusión
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