Sorprendentemente aparece en los diarios, que un Secretario de Estado (nivel de ministro nacional) está acusado y procesado por corrupción, no obstante lo cual sigue en el cargo. Sin abrir juicio sobre la verosimilitud de la acusación, por dignidad ciudadana, el imputado debería apartarse de su cargo hasta tanto la Justicia se expida.
Casos análogos se producen en el Poder Legislativo y Judicial. Desgraciadamente la acción de la Justicia está tan trabada por los mecanismos procesales, los resquicios leguleyos y la presión política, que la ciudadanía termina descreyendo de la justicia del sistema de represión de la delincuencia.
El corrupto, cuando es descubierto, niega todo, busca el más hábil defensor, requiere apoyo del poder, inventa mecanismos para enfangar la investigación, y espera que el tiempo encubra el delito.
La corrupción es el delito mas extendido en el país. Ha penetrado profundamente en la Administración Pública, transmitiéndose a todos los sectores sociales. Ha destruido la cultura de respeto al orden, a la ciudadanía, a los valores morales, al valor de la responsabilidad personal y del esfuerzo. Es imperativo extirpar los corruptos.
12/5/2006
Dr. Marcelo J. Castro Corbat
segundarepublica@fibertel.com.ar
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