No hay prosperidad posible sin inversiones privadas en los sectores productivos y sin capacitación en todos los niveles del grupo humano que trabaja en la producción. Antes, a esto se lo denominaba la amalgama de capital y trabajo, pero la palabra capital ha sido desfigurada por la prédica socializante, populista y de intelectuales trasnochados. Ignoran el natural, lento y dificultoso progreso de la sociedad, y que los hombres tienen diferentes capacidades, que hay que respetar y estimular.
La inversión depende de la disponibilidad de capitales, que se forman con la acumulación de ahorros. La insuficiencia de inversión productiva origina atraso en todas las actividades y necesidades del ser humano, desde las productivas hasta las sanitarias, científicas y culturales. El pueblo no puede evitar sufrir este deterioro.
El primer grupo humano afectado es el que trabaja en la producción, que soporta desocupación, caída de su rendimiento e imposibilidad de mejorar sus salarios. Sin inversiones no puede recomponerse el nivel salarial. El problema es de sensatez.
El gobierno avanza en sentido contrario: empresas públicas y dádivas políticas, teñidas fuertemente de corrupción. Solo la inversión privada recuperará la Nación.
7/4/2005
Dr. Marcelo J. Castro Corbat
segunda-republica@fibertel.com.ar
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