Se comentó que Daniel Ortega después de perder por votos su reelección Presidencial en Nicaragua en 1990 visitó e informó a su líder ideológico Fidel Castro. Fidel lo increpó con dureza: ¿Me díces que perdiste por los votos? Ortega fue reelecto en 1996 y en 2011 en elecciones fuertemente inculpadas de fraudulentas. El regaño de Fidel dio frutos.
El fraude electoral es un delito como lo es la estafa, el dolo, el timo, la simulación o el chantaje, todos castigados por el Código Penal. Se inició con violencia y cambio de boletas; hoy se ha sofisticado. Los delincuentes compran votos con engaños encubiertos en la “defensa del pueblo”: atender necesidades puntuales; rebajar alimentos, transporte, luz y gas; regalar bienes domésticos; nombrar empleados públicos, dar planes “trabajar” o hacer favores; chantajear a indecisos, y generar enfrentamientos ciudadanos. Todo es pan para hoy y hambre para mañana.
Los delitos de fraude electoral y dilapidación no son sostenibles en el tiempo: llevan a la crisis y a los pobres a mayor pobreza. Son delitos que en Argentina, incomprensiblemente, ni el Poder Judicial ni el Ministerio Público “promueven la actuación de la justicia en defensa de la legalidad” y “de los intereses generales de la sociedad” (C.N. Art.- 120).
El fraude electoral viola la democracia y siempre termina mal.
Dr. Marcelo Castro Corbat
Centro Segunda República
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NB: Si vive en Argentina necesitamos recibir su opinión. Si coincide, difúndalo.
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