Prodigo es el que desperdicia y consume su riqueza en gastos inútiles, sin medida ni razón. La parábola bíblica del hijo pródigo describe como cayó en la miseria.
En el siglo XX, apareció la ficción del Estado de Bienestar Social, al que adhirieron masivamente los políticos buscadores de votos, los que lo convirtieron en un “Estado pródigo”. Como la sociedad siempre tuvo y tendrá necesidades insatisfechas, los políticos más audaces e irresponsables prometen la prodigalidad del Estado, sin preocuparse de la miseria futura que producen.
Con el propósito de recibir beneficios del Estado pródigo, se amontonaron los necesitados junto con políticos, corporaciones gremiales y profesionales, empresarios, funcionarios, etc., que lo defienden. Se creó la cultura del Estado protector que degeneró en la corrupción, la ineficiencia, el crimen organizado y el estancamiento social y económico de Argentina.
Esa cultura penetró en la sociedad, es compartida idealmente por gran parte de la población que espera mejorar con la intervención estatal y es defendida duramente por los que obtienen beneficios con su continuidad.
El Estado no crea riqueza ni puede evitar las tensiones sociales. Su función es vigilar el cumplimiento de las normas institucionales para que la sociedad prospere y resuelva ordenadamente los inevitables conflictos.
24/11/2008
Dr. Marcelo Castro Corbat
segundarepublica@fibertel.com.ar
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