Argentina hace 100 años brillaba en el mundo por su nivel educativo, cultural y científico. Era un país rico, convocaba a las más eminentes inteligencias y forjaba sobresalientes pensadores y científicos. Ahora ese nivel está en franco deterioro. En los últimos 60 años el populismo, el socialismo y la corrupción la empobrecieron. Machacar en esa historia es llorar sobre la leche derramada.
Educación, cultura, avances científicos y nuevas tecnologías requieren inexorablemente enormes inversiones, tanto para cubrir las necesidades presentes como para las futuras. Solo son posibles esas inversiones si el país y sus habitantes disponen de la riqueza y capitales necesarios para realizarlas. Con más del 70% de la población empobreciéndose día tras día, es una ficción declamar que la educación puede mejorar.
El gobierno, con sus políticas populistas estatizantes, penetradas de corrupción, va en contra de la formación de capital, de la riqueza de sus habitantes y de la inversión en educación, y nos acerca a los países más atrasados de África y latinoamérica.
Es un círculo vicioso: sin riqueza e inversión no es posible la educación y sin educación no es posible la riqueza del pueblo. El cambio debe ser de 180 grados.
2/9/2005
Dr. Marcelo J. Castro Corbat
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