Gran parte del desorden político que padecemos los argentinos proviene de la falta de representatividad de las instituciones y personas que nos gobiernan.
Quienes dicen representarnos, muchas veces sólo se representan a sí mismos y su ambición, olvidándose del pueblo. Esto que la gente intuye (recordemos el “que se vayan todos”) se ve cuando se aumentan los impuestos, se conceden facultades a un Poder del Estado que le corresponden a otro y cuando los gobernantes no se hacen responsables de las consecuencias de sus decisiones. Son responsables colectivamente y ante esa masa indeterminada la responsabilidad se diluye.
Para conseguir que respondan, su responsabilidad debe ser individual y tiene que provenir de una relación directa entre representantes y representados: un representante debe responder a un grupo de ciudadanos, sus representados, definido solamente en función del lugar donde vivan.
Debe dividirse el territorio de la República en tantas circunscripciones, equivalentes en forma y contenido, como diputados fije la ley y cada diputado debe ser elegido por una circunscripción. De ese modo, la ciudadanía votándolos o dejándolos de votar, en poco tiempo seleccionará a aquéllos que prefiere que la representen.
El pueblo gobierna, si sus representantes cumplen el mandato recibido.
Dr. Enrique Aramburu
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