La corrupción es un delito de robo a la sociedad. Siempre existió y existirá, porque siempre habrá malhechores. En Argentina, se ha introducido una cultura de corrupción pública, que es aceptada por la población como un mal menor, si el corrupto hace algo vinculado con necesidades sociales. Esa cultura destroza la sociedad e impide su prosperidad. Al corrupto sólo le preocupa su beneficio personal, no el bienestar de la población.
Muchos argentinos con su esfuerzo, capacidad y creatividad han mejorado su nivel de vida o son ricos, y se los culpa de ser los causantes de la pobreza y la desigual distribución del ingreso. La mayoría de los políticos, gremialistas y grupos religiosos lo proclaman, con lo que generan enfrentamientos sociales y desorientan a la población sobre el origen de la desigualdad, que es el estancamiento económico producto de la corrupción.
La pervertida administración pública sepulta cerca de cien mil millones de pesos anuales con: coimas, sobreprecios en obras, contrataciones dolosas, obras postergables, empresas deficitarias, subsidios, dilapidación, clientelismo, y servicios ineficientes. Ese monto es restado a la producción, la inversión nacional y los salarios; lo paga el pueblo y es el origen de la desigual distribución del ingreso. La corrupción no es gratis.
El pueblo argentino debe analizar los perjuicios y exigir erradicarla.
11/06/10
Dr. Marcelo Castro Corbat
segundarepublica@fibertel.com.ar
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