El sistema presidencial de EUA, desde su instauración en el siglo XVIII demostró su estabilidad para el progreso del país, en la libertad de sus ciudadanos, en la limitación de los poderes federales y en la protección de los derechos de cada uno de los Estados. El sistema se ajustaba a la cultura y tradición del país.
Los países latinoamericanos adoptaron en el siglo XIX el ejemplo del presidencialismo de EUA, pero la cultura y tradición de los pueblos era de gobiernos absolutos, y el presidencialismo derivó en gobiernos autoritarios. Es la historia de nuestros países, y en el 2008, cayeron en esa deformación Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Para evitar los excesos presidenciales, el camino es implantar el sistema parlamentario, en el que el Jefe de Gobierno de la Nación, es designado, controlado y destituido por el Parlamento, como mecanismo normal institucional, sin quiebre del orden político. Europa, Japón, India, etc., lo han adoptado. El Poder es del pueblo, que elige a sus representantes en el Parlamento.
El presidencialismo impide el proceso natural de evolución política. El presidente se adueña del Poder y la verdad, hace y deshace sin control, durante su mandato es políticamente inamovible, cae en la corrupción, avanza sobre el Congreso y la Justicia, y viola el espíritu republicano. Es imperioso el cambio.
17/09/2008
Dr. Marcelo Castro Corbat
segundarepublica@fibertel.com.ar
N.B.: Se autoriza su difusión
No hay comentarios.:
Publicar un comentario