Cuando algo malo hace volver hacia atrás, es nocivo o contraproducente se lo designa genéricamente como regresivo. Los impuestos restan a la población una parte del fruto de su trabajo, para pagar la dilapidación, ineficiencia y corrupción del Estado. Hay estimaciones que la mayoría de los argentinos trabajan la mitad del año para pagar impuestos al barril sin fondo de los crecientes gastos del Gobierno federal. Es una infamia, agravada porque los más perjudicados son los más necesitados. Los impuestos son regresivos.
Políticos y pseudo académicos desinformados, sostienen que los impuestos al consumo son regresivos, por lo que defienden gravar las ganancias y la inversión de capital, que no sería regresivo. Es proponer “pan para hoy y hambre para mañana”. La exigencia social es aumentar los ingresos de la población, solo posible si la sociedad puede ahorrar e invertir, producir más bienes, absorber la desocupación, mejorar salarios, y pagar los gastos del Estado nacional, limitándolos para que no avance sobre las provincias.
Los impuestos al ahorro, a las ganancias, y a la acumulación de capital, impiden la inversión privada de capital, estancan la economía y condenan al pueblo a vivir en la pobreza. Se generalizaron el siglo pasado, en el clima de pelea ideológica entre capital y trabajo, hoy superado. Esos impuestos son estructural y gravemente regresivos. “Matan la gallina de los huevos de oro”.
11/06/08
Dr. Marcelo Castro Corbat
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