Nuestro país vive desde hace sesenta años en un proceso de declinación,
que tiene causas estructurales, institucionales y políticas. Los intentos de revertir la declinación han fracasado. La palabra “ajuste” se vincula con caída de salarios y pérdida de derechos adquiridos por los trabajadores. La frase lapidaria es “la variable de ajuste no deben ser los trabajadores”.
Como en la economía familiar o nacional, si algo se hace mal alguien debe sufrir las consecuencias, en Argentina hubo dos sectores especialmente castigados: la empresa privada nacional y la permanente estafa a los jubilados.
La empresa privada, con distintos mecanismos es atacada y denigrada. Su número, entre grandes, medianas y pequeñas supera el millón, y están desvanecidas como motor del progreso social y fuente de innovación. No nos referimos a las empresas que prosperan con las dádivas del Gobierno.
Empresas que solo sobreviven, carecen de capacidad para emplear personal y mejorar salarios, y los trabajadores inevitablemente sufren el ajuste. La corporación sindical, de tanto peso político, debe reorientar sus arengas, defendiendo la empresa privada, base de la prosperidad de los asalariados.
Este pensamiento debe penetrar en la cultura ciudadana. Esperar que empresas del Estado puedan mejorar la situación es una fantasía, porque el Estado argentino es un organismo enfermo e incapaz.
04/03/09
Dr. Marcelo Castro Corbat
segundarepublica@fibertel.com.ar
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