Argentina sufre desórdenes políticos, sociales y económicos por las rigideces de la Constitución Nacional, que impiden el proceso natural de cambio en la organización de las Autoridades de la Nación y sus atribuciones.
El sistema presidencial argentino ha cumplido su ciclo y en los últimos años ha degenerado en una autocracia violatoria de la forma y espíritu republicano, representativo y federal. Es una utopía esperar que la Nación se ordene con este sistema. Debe ser remplazado por el sistema parlamentario donde el Parlamento designa al Jefe de Gobierno, lo controla y puede destituirlo por simple votación, si comete errores, no cumple con el mandato conferido o ha perdido el apoyo de la opinión pública. Cada día aumentan las voces que reclaman este cambio y es urgente concretarlo.
La Constitución establece los derechos y garantías de los habitantes, que nacen de la soberanía del pueblo y que son normas inalterables. Para reformar la estructura de las Autoridades, exige que se efectúe por una Convención convocada al efecto. El procedimiento es complejo, engorroso, la Convención puede incluir temas no previstos y el país se informa cuando el hecho está consumado. Debe remplazarse por el sistema de enmiendas puntuales, que deben ser dispuestas por el Parlamento y entran en vigencia una vez aprobadas por la mayoría de las provincias. El cambio también es urgente.
15/08/2008
Dr. Marcelo Castro Corbat
segundarepublica@fibertel.com.ar
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