En 2002, el gobierno dispuso irracionalmente una disparatada devaluación del peso que empobreció a más del 70% de la población. Para aliviar el desastre social, creó los subsidios “planes jefes y jefas de hogar”, pagados por el pueblo. El dólar sobrevaluado, subsidia las exportaciones llamadas “con valor agregado”, que paga todo el pueblo y se crearon retenciones a exportaciones agroindustriales para evitar el descalabro de los precios de los alimentos. En 2007, la situación empeora.
Los impuestos siguen creciendo, a costa del pueblo. Para esconder la inflación se regulan los precios y se alteran los índices. El superávit fiscal es una farsa de impuestos destructivos. El gobierno arruina sectores económicos y para evitar las quiebras, decide que el pueblo empobrecido los subsidie.
Subsidia el transporte automotor, subterráneo, trenes, energía, provincias, sindicatos, corporaciones, da pensiones graciables, etc. Lo más insólito es que subsidia cereales a productores de cerdos, pollos, leche y vacunos, sectores en los que el país es líder en calidad y costos.
Argentina tiene una larga historia de subsidios políticos fracasados. En este año, el tema se ha transformado en un escándalo y su evolución tiende a agravarse. El gobierno no puede escapar de su propia telaraña.
20/4/07
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